jueves, 25 de febrero de 2010
Presagios de un futuro prometedor
¡Vamo' al fúrbol!
Con el pecho inundado de alegría, doy pie de partida a la carnita que alimentará el grueso de este blog, con una reseña a la antología de cuentos Presagios de Muerte y Esperanza, publicación del belemita Taller Literario La Parrilla, de la Asociación Cultural El Guapinol. Compilada, comentada y prologada por el psicólogo, sociólogo y poeta Danilo Pérez Zumbado (todo queda en familia, ¡za!), la recopilación narrativa reune las obras de siete autores, oriundos o vecinos del cantón herediano, quienes han desarrollado y perfeccionado sus escritos en la labor constante de crítica interna y trabajo arduo del taller. Éste, formado en el 2002 como Taller de Poesía y que luego mutaría en lo que es hoy, abre sus puertas a la comunidad y, bajo la dirección de Perez Zumbado, trabaja en la constante mejora de la técnica narrativa de sus particpantes. Del resultado de este ejercicio analítico nace el libro al que me refiero hoy, que sale a la luz publica en 2009.
Pasadas las formalidades, a lo que vinimos. En las primeras páginas, el lector topa con un prólogo a cargo de don Danilo, quien dedica unas cuantas páginas a explicar el nacimiento, crecimiento, y modo de trabajo del taller que coordina. Como bien sabemos quienes lo conocemos, el tipo tiene un verbo amplio y rico, al punto que en pocas palabras recrea la vida del taller literario, y nos hace palpar la humildad y orgullo con que el trabajo en él realizado se presenta, como un vivo reflejo de la ardua crítica, y la seriedad con que ésta es tomada por todos los partícipes.
Concentrados ahora sí en la obra escrita que nutre la antología, encontramos una variedad de cuentos realizados tanto por autores nóveles que realizan su primera publicación, como por jóvenes promesas que yo, a un nivel personal, considero con toda honestidad como puntas de lanza de un futuro prominente en la literatura nacional, como lo son Warren Ulloa y Guillermo Barquero. Éste último es el encargado de abrir la compilación con una triada de cuentos que reafirmaron mi previa opinión del estilo del escritor: fuerte, duro, áspero. Cada palabra es un gancho a la quijada; la lectura se transforma en una danza pugilística. Sin embargo, el resultado final es, simplemente, bello. Los temas oscuros, tratados con una franqueza envidiable, producen un efecto íntimo; tras terminar cada cuento, queda la sensación de haber recibido un secreto, una vivencia personal de los personajes que el lector debe atesorar. Lo digo sin temor alguno, soy un Guillermo Barquero groupie.
Tras leer esa brillante primera parte de Presagios de Muerte y Esperanza, sentí, lo admito, que le habían jugado sucio al siguiente autor, Rosa Cheng Lo, al encargarle la titánica tarea de seguir al autor de El Diluvio Universal. Sin embargo, y para la dicha del lector, la escritora asume la tarea y la resuelve de una manera majestuosa. Una flor en Kabul es el mejor ejemplo de prosa poética presente en la compilación. El juego metafórico entre las flores y los colores, el poder y la represión política, es hermoso, no sólo estética, sino esencialmente. La trama de la corta historia traslada al leyente a un mundo surreal, plagado de sensaciones coloridas en decadencia, y en el que la esperanza sigue ofrenciendo una resistencia ante quienes ejercen la fuerza a placer.
Las páginas continúan su viaje por los cuentos de Rudy Chinchilla y Luis Hernández, ambos debutantes en el mundo de la literatura. El primero recurre en sus historias presentadas, a la ironía primero, y a la culpa segundo. Sin embargo, lo hace de una manera que resulta agradable, y no forzada. Hernández, por otra parte, juega en dos de sus cuentos con la prosa poética que da gusto. El uso de la metáfora es maravilloso, y no deja en ningún momento que el lector pierda la imagen que los párrafos construyen. Su tercer cuento, Claudia, es, empero, desastroso; a leguas puedo decir que el autor es un poeta nato, y la prosa no es lo suyo. El cuento comienza bien, mas para el tercer párrafo la narración se va al caño, y la cosa sólo empeora. Una lástima realmente, considerando la gran calidad de los dos primeros escritos. Claudia, me apena decirlo, es el punto más bajo, si no es que el único, de toda la obra.
A continuación, la antología topa con tres cuentos de la señora Zaida Perez Zumbado, quien, con una prosa simple y de pocas palabras, construye tres escenarios muy distintos entre sí. Tía Zaida abre con un cuento metafórico, que subraya la ironía y las contradicciones cotidianas en la vida de una mujer que busca romper cadenas pero termina cometiendo los mismo errores del pasado; enseguida, nos presenta una historia surrealista de esperanza, protagonizada por dos lombrices de tierra; y termina su participación con Viaje Interrumpido, una historia que navega de la agonía y el apremio, al helado escalofrío de la desazón.
Ya entrando en la etapa concluyente del libro, nos encontramos con los tres relatos de Warren Ulloa. Antes que nada, quisiera decir que conocí la obra de Warren días antes de la presentación de su primer libro de cuentos, Finales Aparentes, y por cuestiones particulares, conozco de manera apersonal ciertos rasgos de su estilo, que ha ido desarrollándose de manera exitosa con el paso del tiempo. Sin embargo, aquellos primeros cuentos, publicados en 2008, no me terminaron de convencer; aún durante la presentación del libro en Belén, en un evento que celebraba la vida y la obra de un maestro como lo fue Fabián Dobles, escuché a Ulloa hablar de su obra y sentí que algo no acababa de calzar. Igual sensación me embargó al leer Literofilia, su blog personal; algún elemento no armonizaba, en una narrativa que la percibía como un diamante en bruto. Por eso, considero comprensible que al encontrarme con sus cuentos en la presenta antología, me sentí, a mi pesar, lleno de dudas. Warren las borró y me pintó la cara. Su primer cuento, Diminutas Gotas Blancas, es lo mejor de todo el libro. Su estilo es fresco, ágil y no da lugar al descanso. Su prosa es como un viaje a toda velocidad, con un giro final que deja al lector con el corazón bombeando a velocidades peligrosas. Los siguientes dos cuentos, si bien no alcanzan el nivel del primero, no dejan de tener una calidad envidiable, y destacan, sobre todo, por su originalidad prosaica. Sobra decir que me llevé una sorpresa más que agradable, y el autor borró de un tirón todas las dudas que tuve sobre su capacidad alguna vez. ¡Bravó, Warren! Espero con ansias tu próxima publicación; ojalá y sea Dios no existe bajo la lluvia, finalmente (sí, Danilo me chismeó el título).
Finalmente, sobrepasando apenas las 100 páginas, la obra compilatoria cierra con un cuento anecdótico de Juan Luis Venegas. Sin exponer términos sofisticados ni giros anudados en una trama que no pretende, de manera alguna, ser un quebradero de cabeza, el autor expone una historia íntima y personal, que traslada al lector a épocas pasadas del poblado de Belén. Manteniendo una simpleza fresca, el escritor apela a los recuerdos colectivos de los vecinos del cantón, para contar una historia simpática, de pocos aspavientos; yo, como belemita adoptivo que soy, logré idenficarme con un relato cotidiano lleno de añoranzas y memorias, como las mejores historias de los abuelos.
Dieciseis cuentos, siete autores y 109 páginas después, cierro las tapas de Presagios de Muerte y Esperanza con una sonrisa en el rostro, en el intelecto y en el corazón. El delicado proceso de desarrollo de la prosa narrativa al que el Taller dedica sus días, y que es evidenciado en la antología, es una bocanada de aire fresco al mundo de la literatura costarricense. Es una luz de esperanza para aquellos que nos aferramos a este arte de las palabras, añorando el regreso de las épocas doradas en que los grandes autores ticos firmaban escritos que llegarían a ser históricos. Porque, aún si el arte criollo pareciera hundirse a la deriva en medio de un torbellino de banalidades, esfuerzos como esta antología nos dan un presagio de esperanza, y nos delatan que en medio de tanta frivolidad, de vez en cuando nace (y cito el cuento de Cheng Lo) el "...tallo clandestino de una flor".
*Imagen realizada por Andrés Delgado, y tomada prestada del blog de Warren
© danny
sábado, 20 de febrero de 2010
Génesis
Comienzo hoy mi tercer blog (el segundo por gusto; Ius Romano no tuvo ni tiene razón de ser y no es más que ancho de banda desperdiciado), y no puedo evitar preguntarme, mientras las ariales y las times new roman se dibujan ante mis ojos, ¿por qué? ¿Por qué he decidido crear un nuevo blog? ¿A qué responde?
En honor a la verdad, la primera y más importante razón es que, como aspirante a escritor que soy, un blog fresco y constantemente remozado es imperativo. Hombre, si Alexánder Obando y Guillermo Barquero tienen un blog, ¿cómo en esta vida no voy a tener yo el propio? Mi blog me deja calzar, fit in con los que saben. Yace allí mi cuota de sinceridad, mi blog contesta a una necesidad de sentirme parte, escasamente como lo es, del único grupo del que quiero ser parte.
En segunda, responde a una necesidad catártica. Motivado por cuestiones personales, he percibido la posibilidad de considerar la literatura un oficio (que no me va a alimentar jamás en la vida, pero usted me entiende) más que un método de desahogo. Siendo este el caso, este blog representa mi plataforma para descargar todo aquél pensamiento que me estorbe en la cabeza, y que considere necesario echar al viento.
Dicho todo eso, no puedo evitar pensar que muy probablemente, y es que la historia lo sugiere así, este pobre blog caerá en el olvido. Sin embargo, la madurez y seriedad con la que he decidido enfrentar mi incipiente carrera como escritor me obliga a tomar este proyecto con la misma solemnidad.
Un espacio de crítica, un pedacito de interné para expresar algunas de las tantas ideas que revolotean en mi cabeza. Agradezo de antemano a ustedes, ínfimos lectores, su paciencia.
*Imagen tomada de los laberintos de DevianArt
© danny
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